jueves

Teo 3

Un aguacero, previsible por la época, le mantenía encerrado en un bar del que ya se sentía cansado, a pesar de la música agradable y la posibilidad de fumar adentro.

El día había pasado sin casi nada de interés, excepto una extraña coincidencia: pensó en una mujer que había amado hacía tiempo, y, como si fuera telepatía, recibió una llamada de ella. Pero cuando pulsó el botón de contestar, se encontró con el tono de llamada cancelada y esperó; no hubo un segundo intento y agradeció ese silencio, calmando la agitación de su pecho.

Todo lo demás estaba hecho de cosas que había planeado, sin importar que durante el transcurso del día algunas se fueran cancelando por diferentes motivos. Esta era la razón para que se sintiera plano y sin interés alguno. Le había ganado la nada.

Al día siguiente viajaría a visitar a sus padres, con la esperanza de que el aire fresco, la vida sencilla del campo, y el silencio fueran, en esta lucha, más eficaces que la música, el tinto, el cigarro o las cervezas.

***

Cuando su madre le preguntó por qué seguía fumando, Teo no quiso decirle nada. Contestó irritado que no sabía y se fue a esconder en el cafetal, con un Pielroja en la boca.

-¡Claro que sé porqué fumo; para ver si calmo esta puta tristeza...!- 

Le hablaba al cigarro, mirándolo fijamente, como si esperara una respuesta. Y el humo, hermoso en el aire, contestaba: 

-Lentitud...
-Ya sé que todo se irá esfumando, lentamente, como este pucho... Ya sé; pero a veces quisiera acelerar...

Casi un mes después, todavía en la finca, sin dejar de ayudar en las labores diarias, cargar bultos, ir por leña, entrar los pollitos o fabricarles un nuevo gallinero, la nada se disolvía, dejando en su lugar una sensación de libertad; ya no necesitaba odiar, ni llorar; no necesitaba nada, solo respirar y agradecer. Su espíritu había resucitado.

Humus

La paz lograda con esfuerzos personales, disciplinas de amor propio, monólogo interior, distancia, soledad, circunspección, llanto, desprecio y agradecimiento, es una paz sólida, duradera, apoyada en la verdad íntima.
Sin embargo, pertenece al mundo; no está aislada de lo que leen los otros; no está, tampoco, a su merced, pero se ve afectada por esas lógicas y reacciones externas que creen tener autoridad para hablarte como a un infante, desconociendo tu trabajo y tu dolor, como un punzón que se empeña en abrir las cicatrices y hacerlas heridas permanentes.

¿Acaso no sabes, también, que me alejé completamente? ¿No reconoces que tuve tiempo para irme y negarme; para podrirme y transformarme?
Ya no soy más que humus, y tú crees que soy un niño.
Humus es lo que soy; putrefacción devenida en vida.
Humildad, humanidad, cuya voz silenciosa reclama, como la sangre del hermano muerto, la justicia del respeto.

El maestro responde

¿Cuál es tu resentimiento conmigo? -pregunto al libro de las mutaciones y, presto, me responde-:

La liberación (hexagrama 40, I Ching) que muta en el ejército (hexagrama 7).

Comprendo:

Me liberé del yugo que tú tomaste
¡Por eso me odias!
¡No es mi problema...,!

Por haberme retirado antes de una confrontación,
Sabiendo que no había perspectiva,
Te quedaste con las armas empuñadas,
En pie de lucha,
Con tu corazón tocando
El son de la guerra.

El pueblo que soy vuelve a sus labores
Y evita la disolución,
Empuña la azada en el sudoeste
Y su liberación está cerca.
Pero sus multitudes
Aumentadas por la paz,
como el agua subterránea,
Invisibles,
Permanecen en su poder guerrero.

"Quien se muestra magnánimo con el pueblo conquista su amor, y el pueblo que vive bajo un régimen benigno se torna fuerte y poderoso" (I Ching, hexagrama 7, el ejército).