martes

"La Cultura de la Basura"

Boleros cantineros de fondo, un tinto para bajar el almuerzo, y una respiración profunda que me da un descanzo para poder hacer -cuando llegue Gloria- lo que vine a hacer.

Miro al frente y lo primero que veo es un gallinazo buscando en la basura; al instante que miro, comienza el bolero del novio vengador, ese que le quita a un amigo desleal, la esposa que antes era novia suya... "Tu no eres mi amigo, ¿amigo de qué?" ¡Qué basura...! -pienso. ¡Hasta cuándo durará la mentalidad absurda que considera al dinero como un equivalente de la felicidad...?

Gloria no llega aún; no es la hora de llegar todavía.

El gallinazo sigue tras la basura, pero el bolero de la mentalidad basura, del amigo de basura y de la venganza de basura ha sido cambiado por uno más popular, lo cual lamento: "lo besarás con tus labios manchados..."

Media hora después y nada ha cambiado. Pareciera que la realidad hubiera sido congelada: la mentalidad abzurda de la basura santificada continúa, predomina sobre la tristegresía (no feligresía) de este país que destronó a la alegría cambiándola por la distracción, confiando en que sería mejor forma de afrontar el dolor y la vida; aquella vida de altibajos que se vive al sacralizar la euforia, vanalizando la alegría.

Esta mentira fue propagada por la publicidad hecha a los distractores que como jíbaros experimentados, vendieron fórmulas de felicidad para cada ámbito de la "vida útil" de los individuos dis-gregados pero activos dentro de una especie de grey global caracterizada por el comercio vanalizado en consumo-consumir-ser consumido. Todo esto sigue produciendo basura y atrayendo gallinazos que aumentan en razón al aumento de su nicho y de su alimento. Ya no son sólo los boleros; casi todos los géneros artísticos cantan a una basura naturalizada (considerada algo natural per se, convertida por arte de conformidad en algo natural -live and let die o como sea-, convertida en una cosa que no se puede cambiar, algo por lo que no vale la pena ni llorar; algo que merece la celebración del progreso, de su producto, ¡oh, la basura, evidencia del progreso...!). Cantan al gallinazo y a la absurda mentalidad que los produce.

Así, los negocios se cifran sobre las normas de este sistema de basura que se configura y reconfigura -como la materia recalentada y mil veces vuelta a recalentar de Aureliano Buendía-, en su mismo sistema de basura, en la confianza básica en una sola e innegable verdad: todos son basura y gallinazos y, por eso mismo, hay que desconfiar de todo y de todos, excepto de esta inexorable y fatal certeza, aunque puedan parecer al corazón y a los sentimientos, seres cercanos a los ángeles. El corazón no tiene derecho a hablar; ahora más que nunca desconfiamos de él -dicen, recordando los totalitarismos explicados por el psicoanálisis, o por cualquier otro maniqueísmo moderno.

De este cegar al ser en una sola confianza, y de lo importante que puede ser entonces el parecer puro, confiable, de la necesaria desconfianza que se instaura bajo esta certeza única que pone a prueba las capacidades no verbales de comprensión, los sentimientos, las sensaciones, presentándolas como señales ambiguas que se han desconectado de alguno de los componentes del logos, y por esta desconección irremisible, considerados desconfiables; de esta desconfianza básica nacen las inconformidades ciegas que han llevado a la tumba a tantas de nuestras más preciosas estrellas, todos nuestros angelitos empantanados han viajado sin darse cuenta, como estrellas fugaces, por un firmamento de inconformidades desbocadas e irreconocidas, no articuladas porque hubieran sido omitidas, y no porque fueran inarticulables como lo pretende el fatal y maniqueo sistema de cosas que hasta en las teorías se hace totalitario, sino porque no encontraron suelo donde apearse para comenzar a construir y articular sin traicionar sus inconformidades y certezas.