martes

Carta a Carl Sagan. Riohacha, 4 de enero de 2009

Querido y recordado Carl, apenas hoy, no sé a cuántos años después de tu muerte, pude comenzar a leer tu maravilloso e inspirado libro. Apenas hoy, que lo estoy conociendo, puedo comenzar con esta comunicación que para mí es una mejor forma de canalización porque me comunica con los que murieron pero aún siguen vivos, como vos.

Gracias por Cosmos, hermano estelar; por todo lo que me enseñaste desde tu cubículo de diente de león. Pero más gracias por transformar esas clases de física aburridas y sin sentido en un paraíso audiovisual que lograba enseñar hasta a los menos preocupados por aprender, quienes, captados por lo que estabas explicando sobre el universo, dejaban de lanzar papeles, tizas y carcajadas, transformando el salón en un santuario del conocimiento donde se respetaba aquella voz que decía en español lo que explicabas. Era una voz como de sacerdote antiguo, como de sabio esoterólogo de la antigüedad tardía. Esa combinación de magia audiovisual y científica con explicación comprensible y sobria encantaba los demonios que habitaban el salón que tantas veces odié y del que tantas veces quise escapar, logrando la atención y la paz que ningún otro profesor pudo lograr.

Hace años que quedaron atrás esos tiempos. Ya no escapo, sino que trato de comprender qué, cómo, por qué y para qué de las cosas, por más incómodas que me parezcan. Pero aún en esa actitud no me puedo abstraer de las acaloradas discusiones que se tejen en la Internet, sobre todo, las discusiones con personas que toman tu libro de demonios no demasiado en serio, sino como un emblema o escudo de armas para burlarse y atacar a otras personas que como tu chofer, no han tenido acceso real a la ciencia. Se olvidan que vos no tomaste el lugar de inquisidor, ni de juez, y se dedican a hacerse a sí mismos, en nombre tuyo, inquisidores y jueces de los que se toman otro libro (también sobre el mundo y los demonios) tan en serio que se olvidan de la hermenéutica y la poética necesaria para comprenderlo: los literalistas de la biblia y los ateístas antirreligiosos y antiespirituales.

Ahora que te leo, muchos años después, te encuentro desilusionado, triste. En este momento tal vez lo estés más: con todo lo de Irak, el World Trade Center, Bush, la Ciencia Cristiana, el museo del creacionismo, el folclórico anticristo que tiene seguidores en toda latinoamérica, el diseño inteligente y su influencia política... Por todos lados hay razones para estar bajos de ánimo. Pero no podemos quedarnos aislados y cabizbajos. Tanto hijos de Comte como hijos de Hegel necesitan hacer contacto y encontrarse, sin las muletas de auto afirmación que les hacen creerse ser solamente lo que han sido los unos con los otros... Las muletas que los mantienen atados a su toma y dame sin final.

A mí también me ha tocado sentir la desconfianza que por la disciplina que estudio, la psicología, tiene dos caras: los religiosos que desconfían de lo científico son la cara que vos ya conocés; la otra cara es más incómoda de enfrentar por ser igual de intransigente con el cambio, pero más cerrada a la experiencia de contacto con lo desconocido. Se trata de la desconfianza que los cientificistas mantienen frente a los descubrimientos en psicoterapia.

Pero ya veo de dónde proviene tanto recelo con la psicología. Hasta vos evitás aclarar el asunto de la ciencia y la pseudo ciencia en psicología, dejando intacta la creencia de que psicoanálisis y psicoterapia son exactamente lo mismo; y a la vez, poniendo al psicoanálisis al mismo nivel de la creencia en la Atlántida y su continentalidad. Pero se te perdona la omisión, no tenías que saber que la psicología, a diferencia de la física, no es la misma en todas partes sino que hay que tener mucho cuidado para no revolverla. No tenías que saber que la psicología, al igual que sucedió con la física, pasa por un crisol que la interconecta y la hace más comprensiva en sí misma.


Lo de Beavis y Butthead, dejémoslo como una licencia especulativa. No hay prueba de que la influencia de una imagen indeseable genere en una persona un efecto igual o correspondientemente indeseable. Mejor digámosle a los ciegos lectores cuyo ser en el mundo parece equivaler a la intolerancia del inquisidor, sean de un lado como del otro, que todo el hombre, aún el científico más estricto, piensa, percibe y considera la realidad de manera fenomenológica, y que esta forma fenomenológica de ser que tiene el hombre frente a la realidad, puede ser ordenada por cualquier discurso producto de la razón -por irracional que parezca-, siguiendo una configuración presente en todos ellos: una configuración cibernética cuya tendencia es a estar completa. Este patrón guestáltico que nos acompaña al enfrentar la realidad da forma tanto a los mitos más antiguos como a las teorías y explicaciones cosmológicas más actuales.

No tengo nada más para escribirte ahora, pero hubiera sido maravilloso haberlo conversado. Con cariño desde este país tan codiciado, Elemilio.