lunes

Lo mítico de nuestras retaguardias conceptuales

¿Qué podemos hacer para avanzar? ¿seguir creyendo que la psicología es Freud? ¿que la antropología es LeviStrauss? ¿que la sociología es Comte, que la filosofía es Kant?

Qué podemos hacer: ¿pontificar una y otra vez?

¿Para qué? ¿Para que siempre tengamos la respuesta cuando criticamos algo? ¿Para que cuando anunciemos resolver los enigmas que plantean las discusiones entre las disciplinas científicas y las religiosas, nos quedemos dentro de nuestro marco de referencia y sigamos mirando hacia atrás para poder tener la razón? ¿Para no avanzar? ¿Para qué seguir haciendo los mismos análisis que ya reposan en la retaguardia del siglo? ¿Para sentirnos seguros? ¿Para no arriesgarnos? ¿Para no ser quemados en alguna hoguera? ¿Para no ser perseguidos?

Sea lo que sea que creamos, lo que sea que defendamos, lo que sea que pontifiquemos, lo que sea que critiquemos; sea lo que sea esa doctrina, si nos salimos, nos queman en su pira de purificación... Todos tenemos chivos expiatorios, todos tenemos rituales expiatorios. Todos tenemos pensamiento mítico y pensamiento mágico.

¡Y por eso nos vamos a desmadejar? Qué cobardía sería hacerlo... Si nos llama la vanguardia, no como un canto de sirenas, sino como una misión confiada a nuestra vida, como aquello para lo que vivimos, por qué hemos de salir huyendo como Jonás lo hizo... ¿Acaso queremos ser tragados por el gran pez del miedo, o de la inseguridad; el gran pez del desprecio, o de la discriminación?

Pues tres días después de mucho llanto y desesperación; es decir un tiempo completo, una totalidad de tiempo, una gestalt de tiempo, tiempo existencial, tiempo que no se mide sólo con el minutero del reloj, sino con aquello reflexionado y aprendido, con aquello descubierto y enfocado, aquello que permitió desarrollar una nueva posición para enfrentar el desafío; después de ese tiempo, aquel hombre despreciativo de Jonás partió a anunciarle una noticia salvadora a aquellos a quienes odiaba...

¿Qué hacemos ahora con esto? ¿Ignorar que estamos llamados a la vanguardia para anunciar noticias salvadoras a muchos que hemos despreciado, prejuzgado, seleccionado negativamente, alejado, olvidado, y seguir enrutándonos en camino contrario -hacia la retaguardia-, dirigiéndonos al barco que, en busca de la seguridad, naufragará para que nos trague el pez grande con la muerte del hombre que tiene miedo de hacer contacto también con aquello que desprecia, y alargando el camino sólo por no cambiar antes de todo esto? Si podemos cambiar antes, ¿Para qué vamos a dar semejante rodeo...?