jueves

MI LOCO

Mientras esperaba sentado tranquilamente en el consultorio, en vez de llegar a tiempo la persona con quien tenía cita, apareció alguien distinto: un muy buen amigo de hace tiempo, cuya llegada no me euforizó, sino que me hizo cantar en tono nostálgico la canción que lo trajo del país de los muertos. ¡La tocaba hermoso en su dulzaina...! 
Después de una risita bisílaba, sacaba de su bolsillo el instrumento plateado, con los ojos cerrados lo ponía en su boca y, sentado en el suelo, comenzaba a tocar una melodía de Milanés. 
Su indumentaria de juglar, su fisionomía de gitano, su amor por Dostoievsky, su armónica mágica, en fin, todo lo que era, traían con él un halo de paz que inocentemente se transmitía. Era un niño grande... No, era, más bien, un viejoniño. Combinaba la sabiduría del viejo y su madurez con la inocencia y la ternura del niño. El loco de las cartas del tarot se habría avergonzado frente a él por no ser el arquetipo único de esa escaza forma de ser...

Deja de sonar la canción que lo trajo: "Todavía, yo pregunté ¿te quedarás...?"
-No; no puedo flaco- fue la respuesta... Y con su cuerpo entero, libre ya de captores, sin rastro de sus maldades; con sus ojos azabache puestos en su lugar, con su cabello largo y sus manos en la armónica, y la armónica en la boca, caminando con sus propias piernas hacia un sol poniente, en medio de los semi desiertos de Cúcuta, entonando la canción que lo trajo; lo dejo irse en paz. No va ya hacia el país de los muertos sino que camina vivo en cada nota de canción que quieras y en cada gota de vino que libas. Camina por los campos del país, por los semi desiertos de Cúcuta, por sus calles y parques. Recorre, también, tranquilo y risueño, las calles de Caldas, donde hoy vino a tocar en su armónica la canción que lo trajo para hacerme cantar.