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Occidente. Edipo y Abraham. Un planteamiento inspirado por Hinkelammert

Si Occidente puede concebirse de acuerdo a una predominancia del mito de Edipo sobre el de Abraham, tal como lo propone Hinkelammert, nos es necesario pensar, también, en la opción entre lo que configuran el dios de Edipo y el Dios de Abraham. La asociación lleva a través de las dicotomías que plantea todo Occidente. Lleva, por ejemplo, hasta el nuevo testamento cuando plantea la dicotomía entre el Padre y el Príncipe de este mundo. Una lectura reducida a la historia considera que el título de Príncipe de este mundo se refiere al Cesar, pero si consideramos este título en sentido mítico, como algo presente en la mentalidad cristiana, no podemos reducirnos a la sola historia. Encontramos que este título se refiere a Satanás y a sus representantes en un mundo humano: este sistema de cosas, la gran ramera, las cosas de este siglo, Babilonia, el mundo.

Hasta aquí no encontramos mayores dificultades con lo tradicionalmente aceptado, porque no hemos comenzado a hilar fino. Pero comencemos. El dios de Edipo es un dios que teme a sus hijos porque al crecer ellos le quitarían su poder para convertirse en su sombra, en el reemplazo autoritario del destronado tirano. El mismo argumento de las revoluciones y las contrarrevoluciones cuando predominan los modos bélicos, marciales.

Pero aquí es necesario aclarar que no vamos a dar una definición cultural o nominal, ni del Dios de Abraham ni del dios de Edipo que, aún siendo muchos, configuran un sistema de formas sociales y culturales. La diferencia en el uso de las mayúsculas se hace para separar formalmente la opción por la vida de la opción por la muerte. La definición está dada en términos sociológicos, de acuerdo a las formas sociales que configuran los respectivos mitos. Esta definición de acuerdo a las formas sociales no se detiene en nombres, cosmogonías o genealogías, debido a que estas obedecen a fenómenos propios de cada cultura, la cual, de acuerdo a sus recursos físicos, biológicos, psicológicos, geográficos etc., genera una idiosincracia propia, a partir de una matriz simbólica básica, presente en el lenguaje y en las relaciones que este permite entretejer.

La cosmogonía más cercana al argumento Edípico relata el temor paterno por su propia tiranía, proyectada en sus hijos, los cuales, aunque fueron devorados por el padre, lograron darle muerte y, el mayor de ellos, logra tomar el lugar del tirano. La tragedia de Edipo está en no poder cambiar este argumento, pero es una edición humanizada del mismo.

El choque con la lectura tradicional puede estar en la lectura de la saga de Abraham, ya que en ella, tal vez para lograr una absoluta fidelidad con el monoteísmo judío, se ha puesto al Dios de Abraham a hacer dos papeles: el del dios que teme al desarrollo de sus hijos y busca darles muerte y el papel del Dios que desde el principio se complace con el crecimiento y desarrollo de su creación. La tradición no advirtió lo problemático de esta bipolaridad, sino que consideró la situación como prueba de lealtad.

Sin embargo, al considerar la pregunta por la forma en que la historia de Abraham presenta el fin del sacrificio de los primogénitos, generando una nueva tradición, encontraremos la dificultad de aquel doble papel: aunque el relato lo contradice, no podría tratarse de la misma divinidad, no se trata de la misma mentalidad, se trata de un cambio de forma social. Si la historia de Abraham configura, pues, una ruptura ritual y cultural, un cambio de forma social, también tiene que configurar la ruptura con el espíritu de esas formas sociales. Actualmente diríamos cambio social, nuevo espíritu de la época, nuevo paradigma social.

La costumbre del pueblo de Abraham era matar al hijo primogénito y ofrecerlo a dios, y aunque Abraham y su hijo estaban dispuestos a cumplirla, no lo hacían de muy buena gana. Había algo que les decía que no lo hicieran, Entonces, Abraham decide hacerle caso a ese algo y confiar en que estaría bien, aunque transgrediera esa norma social. Allí está la verdadera fe de Abraham, en tomar partido por la vida y confiar en que es la mejor decisión, aún en contra de las costumbres y la presión de las formas sociales. Por eso tiene que salir del sistema, errar como hebreo, porque de quedarse adentro, no podría generar ningún cambio. Ese algo que le dice que no lo haga, también le dice que salga de su tierra y de su parentela. En el relato el orden es diferente, pero suele suceder que hay partes que se retoman, otras porciones que vuelven a contarse, otras que se dejan abiertas y son ampliadas o explicadas después; esa es una de las características de lo mítico, la compleja y constante revisión y relectura que los pueblos hacen para darles nuevos matices y aumentar la comprensión.

Puede que alguien esté leyendo en clave psicoanalítica cerrada: Eros y Tánatos. Puede que otros vean una lectura Gnóstica en este asunto: Abraham, en contra del demiurgo, optó por el Dios, Padre de Jesucristo. Pero ambas lecturas serían demasiado rápidas. No es un asunto de Eros y Tánatos freudiano porque no se trata de tendencias innatas, aunque sí en pugna. Por el otro lado, aunque sí se trata de dos formas divinas y de optar por una de ellas, no es un asunto de uso privativo de la tradición cristiana. Es más el problema sociológico básico: el individuo versus las reglas de la sociedad. Edipo también sufre esa misma dicotomía, pero no puede cambiarla o transgredirla; todo su mundo conspira hasta que se complete el argumento de la tragedia. ¡Lo trágico de la tragedia es no poder cambiarla…!

¿Cuántas veces optamos por la vida cuando nos sentimos socialmente constreñidos a optar por la muerte? He aquí el dilema -decimos con Hamlet.

2 comentarios:

  1. Mi querido Emilio, por fin leo una de tus publicaciones.
    A propósito del tema más que hacerte algún comentario te invito a que revices http://www.elespectador.com/noticias/cultura/articulo167402-jose-saramago-presenta-cain-irreverente-version-de-biblia

    Ya leí un fragmento de la novela publicado este pasado domingo 25 de Octubre del presente año, y vaya que si se hace dicotómico todo el asunto.

    Sólo te adelanto... !Sin la biblia seríamos otras personas, seguramente mejores! dice este grande de Portugal.

    Ahí te quedo amigo mío

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  2. Tengo una impresión acerca de la obra de José: no fué el ángel quien le detuvo la mano a Abraham, sino el propio Caín.

    Interesante que el fundador de la sociedad del asesinato del hermano sea puesto a enmendarse generando una nueva forma de relacionarse con el mismo Dios que lo había condenado a errar por toda la tierra...

    Casi en todas las lecturas contemporáneas de los mitos semíticos, se pone por importante el asunto de la vida y la muerte para reflexionar en la forma de vivir en sociedad.

    Gracias Hectoro...

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¿Y bien...?